lunes, 30 de enero de 2012

LA PIEL CABITO

La sinalefa, de pornográficas reminiscencias, consiste en la pronunciación en una sola sílaba de la vocal final de una palabra y la vocal inicial de la siguiente, y es un recurso de la métrica por el que, básicamente, a los poetas les salen las cuentas en sus endecasílabos y demás n-sílabos. Se ha dicho “pronunciación” y no “eliminación”, que es lo que sucede en la elisión, donde, así a la brava, se suprime uno de los sonidos vocálicos. Ambas –sinalefa y elisión– se confunden a menudo, cuando la diferencia entre ellas es la que hay, pongamos por caso, entre un pura sangre y un percherón, o entre las angulas y el surimi. Para entendernos, tú a un colega le puedes decir: “Tron, mas matao”… Y te quedas tan ancho. Pero si eres un locutor del telediario, se supone que no puedes permitirte según qué paletadas. ¿Derecho a la sinalefa? Todo el del mundo, por supuesto; tampoco tiene uno que convertirse en David Picazo –corresponsal en París de TVE–, que se esfuerza tanto en separar las palabras que hace verdaderas acrobacias con la lengua dentro de la boca, como si fuera el Aberroncho. Pero no me parece ni medio elegante ni un cuarto de profesional que Almodóvar haya sido premiado por La piel cabito, o que sindicatos y empresarios sayan reunido, o que mande huevos lo de Iñácur Dangarín. Perdón, don Iñácur, que es duque.


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