viernes, 6 de mayo de 2011

ANTOLOGÍA 2010 (III): MEADAS TERRITORIALES

Resulta tirando a obvio que, muchas veces, el lenguaje se usa a modo de meadilla canina, esto es, para marcar territorio. Territorio gremial, quiero decir. Basta oír hablar a algunos publicistas: cualquier cosa menos cristiano. En la jerga bancaria, no se abre una cuenta corriente (con lo sencillo y clarito que parece), sino que se apertura, o incluso se aperturiza. Los políticos –qué ralea la suya– se afanan también, y mucho, en generar palabros de a cinco pavos. Y en el periodismo, que es lo que me suele ocupar, ya ni te digo: cualquier trifulca transita de inmediato hacia la batallacampal, bueno, mejor, auténticabatallacampal, que es palabra única. Como lo son los verbos biendecir (a quien Dios se la dé, San Pedro se la biendiga) o biencomentar, o la expresión comonopodíaserdeotramanera (usada casi siempre cuando sí puede ser de otra manera) o la socorridísima esosí, que algún día merecerá capítulo aparte. Todo a cuento de las noticias derivadas del accidente ferroviario de Árevalo-Arevalo-Arévalo (ya comentado no ha mucho), en el cual, cómo no, la máquina del tren se había convertido en un amasijodehierros. Allí mismo, a pie de obra, pudimos asistir al florido lenguaje de los carguillos de medio pelo de la pequeña o insignificante institución de turno, uno de los cuales se lanzaba con locuacidad feliz y surrealista a decir que los bomberos estaban “procediendo a liberalizar el cuerpo del maquinista”. Pobre, recién fallecido y tratado ya como un vulgar sector de la economía o como una empresa pública. Supongo que él y su familia estarían más tranquilos si lo pudieran, simplemente, liberar